De mirarte tanto
y tanto,
del horizonte a
la arena,
despacio,
del caracol al
celaje,
brillo a brillo,
pasmo a pasmo,
te he dado
nombre; los ojos
te lo
encontraron, mirándote,
Por las noches,
soñando que te
miraba,
al abrigo de los
párpados
maduró, sin yo
saberlo,
este nombre tan
redondo
que hoy me
descendió a los labios.
Y lo dicen
asombrados
de lo tarde que
lo dicen.
¡Si era fatal el
llamártelo!
¡Si antes de la
voz, ya estaba
en el silencio
tan claro!
¡Si tú has sido
para mí,
desde el día
que mis ojos te
estrenaron,
el contemplado,
el constante
Contemplado!
Del libro de poemas El Contemplado (1945)