Tu vives siempre
en tus actos.
Con la punta de
tus dedos
Pulsas el mundo,
le arrancas
Auroras,
triunfos, colores,
alegrías: es tu
música.
La vida es lo
que tú tocas.
De tus ojos,
sólo de ellos,
Sale la luz que
te guía
Los pasos. Andas
Por lo que ves.
Nada más.
Y si una duda te
hace
Señas a diez mil
kilómetros,
Lo dejas todo,
te arrojas
Sobre proas,
sobre alas,
estás ya allí;
con los besos,
con los dientes
las desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes
dudar.
Porque has
vuelto los misterios
del revés. Y tus
enigmas,
lo que nunca
entenderás,
son esas cosas
tan claras:
la arena donde
te tiendes,
la marcha de tu
reló
y el tierno
cuerpo rosado
que te
encuentras en tu espejo
cada día al
despertar,
y es el tuyo.
Los prodigios
que están descifrados
ya.
Y nunca te
equivocaste,
más que una vez,
una noche
que te
encaprichó una sombra
-la única que te
ha gustado-.
Una sombra
parecía.
Y la quisiste
abrazar.
Y era yo.
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